El conflicto en grupos de trabajo.

Primera parte.

El conflicto es una situación que nos ocurre de manera cotidiana, y en mayor medida cuando se trata de grupos o equipos de trabajo. Si bien tendemos a pensar en él como si se tratase de un problema u obstáculo que impide el desarrollo, no se trata más que de una consecuencia inherente a la condición humana. Es imprescindible entonces cambiar el enfoque con el que  entendemos el conflicto. Cuando pensamos el conflicto dentro de un grupo de trabajo u organización debemos distinguir entre los  de tipo:

Funcionales: son un motor para el cambio. Si son bien gestionados afianzan las relaciones,  generan ideas creativas y mayor productividad.

Disfuncionales: el desencuentro afecta negativamente al grupo generando bloqueos y falta de rendimiento.

Tratándose de una actividad por realizar, tendremos una serie de objetivos que cumplir, tiempos que respetar y recursos que adjudicar, entre otros factores.  A todas estas circunstancias que implican el trabajo en sí, debemos sumarle las situaciones individuales de los componentes, las dinámicas y sinergias que se creen entre ellos, etc.

Antes de seguir desarrollando la idea del conflicto en entornos de trabajo en grupo, debemos hacer un paréntesis para tener en claro cuáles son los ejes sobre los que  basan su trabajo los equipos exitosos, como podemos ver aqui debajo

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El sentido de pertenencia nos vincula e identifica con el grupo.                                          

Tiene que ver con la consolidación, con el sentirse parte de, compartiendo valores, metas y metodologías. Es trabajar entendiendo que nuestra participación es necesaria para que el grupo se potencie y avance. Este efecto genera conexión en el seno del grupo porque hay una trama que sostiene y liga.  El compartir  objetivos y metas individuales hace que germine el sentimiento del pertenecer.

A través de la empatía podemos ser capaces de escuchar a las personas y re-construir en nosotros mismos la percepción del otro, integrando su propio matiz. Empatizar es entender los porqués ajenos, sus necesidades y sentimientos. Se trata de una habilidad inconsciente que es posible desarrollar. Pero para ello es necesario dejar de lado los estereotipos, reflexionar sobre el contexto desde el que esa persona actúa, intercambiar con ella, ejercer una mirada compasiva, etc. Ambas, junto con el sentido de pertenencia, forman parte de los factores sensitivos que aportan la afectividad necesaria para el desarrollo de las relaciones interpersonales en el  seno del grupo.

La pertenencia genera además compromiso con el grupo.

Es la motivación que impulsa a participar, a aportar en pos de un resultado común. Es la obligación que implica el ser parte de esa trama. El compromiso así entendido es la otra cara del pertenecer. 

Patricia Estela Barcones, mediadora.

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